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EL DÍA QUE DESCUBRÍ CUÁNTO ME ODIABA

  • Foto del escritor: María Camila Medina
    María Camila Medina
  • 23 ago 2018
  • 4 Min. de lectura

Sé que el título es completamente brusco y hasta grosero, pero a las vainas hay que llamarlas por su nombre.

Ahora las cosas han cambiado... Antes no me habría aceptado insolada y en bikini, ahora es lo máximo

Tuve una linda niñez, pero cuando la pre-adolescencia comienza a entrar, las inseguridades, las comparaciones y la búsqueda de aceptación social tocan la puerta. Qué puerta, si uno a esa edad ni está preparado para lo que se viene... Podría decir, que muy seguramente muchos vivieron lo mismo.


Esas críticas por ser diferente, esas burlas a manera de "broma", se van quedando en el inconsciente y uno crece así, con esas vainas metidas en lo más profundo. Ah pero claro, creyéndose el seguro, el dueño y amo de uno mismo, qué va...


Jamás fui consciente de la falta de autoestima que tenía, de la falta de seguridad y de amor propio... La verdad, siempre creí que me quería, y dizque un montón, pero lejos estaba de sentir eso.


Un día, por pura curiosidad fui donde un bioenergético (el mismo que aún visito y considero una persona sumamente especial), cuando llegué tuvimos el siguiente diálogo:


- ¿En qué viniste? (estábamos en un piso 8, creo)

- En carro.

- ¿Está parqueado ahí abajo?

- Ajá.

- Ah, se te quedaron la seguridad y el autoestima en la maleta.


Fue un golpe y fuerte, porque yo venía trabajando en "la pena que me daba hablar frente a muchas personas", pero por todo lo demás, yo creía estar perfecta.


Durante la cita hablamos de mis exnovios, relaciones amorosas fallidas de las que salí rota, aporreada y decepcionada, pero no por culpa de ellos, por la mía. Resultó que siempre tuve el mismo comportamiento de querer ser la "salvadora", la "Mujer Maravilla", la que ayudaba a todo el mundo, la que se echaba encima los problemas ajenos, en fin, para mí ese era el concepto de "buena persona", pero jamás me dí cuenta que me tenía completamente olvidada.


Tan olvidada, que cuando me equivocaba, con mi voz interna me decía "estúpida", "bruta", "soy una güeva" y cualquier otro insulto... Ey carajo, cómo yo pretendía encontrar un amor perfecto, ¿si yo ni siquiera me comportaba a la altura conmigo misma?


A la final uno refleja lo que es, lo que lleva adentro, lo que carga y lo que cree de sí mismo, pero ajá, no tenía idea...


Y ni se diga con el físico, era la reina de la crítica y de la autocrítica. Salía a la calle a burlarme de la ropa de aquella, del zapato de este, de esa que tenía kilos de más y se ponía ropa apretada, del señor que se negaba a perder su pelo, en fin... Típico comportamiento de esta sociedad. Pero los peores comentarios, los recibía yo, de mi boca.


Me cogía "los gorditos", decía "gas", "odio esto", "no quiero esta cintura", "me vomito en un abdomen sin cuadritos", "quiero tener nalga", "odio ser bajita", "quiero ser ultra delgada" y podría seguir, y seguir y seguir... Eso, es lo que causa la sociedad y el sistema al que estamos sometidos, siendo completamente inconscientes de que estamos siendo manipulados por el consumo, claro, yo odiándome de esa manera, obvio iba a buscar la forma de solucionarlo, pero a la final, continuaría vacía, buscando siempre afuera la solución que tenía adentro y desconocía...


Volviendo a la cita, salí con algunas semillitas por aquí y por allá, y quedé de regresar al mes...

Fue tal el "revuelque", que me enfermé y pasé dos días incapacitada... Claramente, necesitaba pensar sí o sí, y como el cuerpo es sabio, tenía claro que yo no sacaría el tiempo para mí, por lo que terminé enferma, obligada en cama.


Para "matar el tiempo", decidí sentarme a ver una comedia romántica hermosa, pero el punto no es ese, el punto es que la protagonista está divinamente loca, cargada de originalidad y personalidad, y a la final, el man se enamora de ella por eso, por ser ella.


La peli se acabó y yo no paraba de llorar. Lloraba ríos, y no paraba... Me puse en pie y corrí al baño, y allí encontré mi reflejo en el espejo.


Y aquí estamos... Entendiendo que para que me respeten, debo respetar, comprendiendo que para recibir amor, debo amarme.

Hecha un mar de lágrimas, en pijama y sin una sola gota de maquillaje, solo logré seguir llorando mientras tímidamente, me miraba a mí misma a los ojos.


Cuando logré mirarme sin cubrirme, cuando vi lo que era, descubrí el odio que sentí alguna vez hacia mí y recordé momentos de mi vida en los que me traté como no habría permitido que nadie en el planeta lo hiciera.


Me repetí ante el espejo las barbaridades que alguna vez me dije, y solo causaban dolor en mí. En ese instante me percaté de todo el dolor que yo venía causándome de una manera ciega.

Recuperando la calma, tomé con mis manos cada hombro y me abracé fuerte, como nunca antes nadie lo había hecho y de seguro, nadie lo hará... Allí descubrí que yo era el amor de mi vida. Me pedí perdón por el mal trato, me prometí jamás llamarme como alguna vez lo hice y amarme por encima de lo que sea.


 Y aquí estamos... Entendiendo que para que me respeten, debo respetar, comprendiendo que para recibir amor, debo amarme y dar amor y logré entender que todos tenemos una historia, todos cargamos con dolores que intentamos esconder y que unos zapatos "feos" a mí parecer, no son una entrada a una burla.


Cada cual tiene la libertad de ser como es, y porque no sean como yo quisiera, no me da el derecho a criticar o a reírme, porque al igual que yo, seguro sufrió o está sufriendo y ahí está, en pie enfrentando la vida.


Como me dijo el "bio" en la segunda cita... "había que barrer por donde nunca se había limpiado". 

El día que descubran lo valiosos que son, se darán cuenta que no hay nadie más bello que uno mismo.


Hoy me amo, hoy me doy los buenos días y me digo lo inteligente y bonita que soy.

Hoy me amo, hoy me doy los buenos días y me digo lo inteligente y bonita que soy, hoy abrazo esas partes del cuerpo que me dan la comodidad entera de vivir a mi antojo y agradezco diariamente por estar sana, hoy amo mi vida y me amo a mí misma.



 
 
 

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© María Camila Medina

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